apuntes de la peste

Mi primer ex novio fue a la exhibición de Star Wars y le dio saudade, me pregunta por Facebook si todavía conservo el proyector View Master con la primera peli de la saga pintada en filminas. Lo compramos hace quince años en una juguetería del Bajo, yo también quería un par de pistolas que usaban en Buck Rogers pero no nos alcanzaba la plata. Era un sábado frío y gris como el domingo de hoy, comimos las medialunas más ricas del mundo en un bar de belgrano y defensa, ya no nos queríamos y no sabíamos cómo se seguía.

Dudo. Miro de nuevo las fotos de su casamiento: en la cúspide de la torta, donde van los muñequitos alteregos de esos que nos prometemos ser cuando nos casamos, puso a Luke Skywalker y Leia. Sigo mirando el álbum familiar: su mujer es linda y se nota que lo quiere por cómo le acomoda el cuello de la camisa. Van 9 años juntos, cuando yo firmé la libreta, no quise torta y no llegué a los tres.

Salgo. Con el tema de la peste, la paranoia habitual de esta ciudad se pone antiséptica, aburrida. Elijo quedar cerca de las ventanas, me beso con viejos conocidos de siempre, llevo mi propio güiski. Si he de contagiarme que sea en la seguridad de los objetos de mi afecto.

Vuelvo. Saco el proyector de la caja, coloco las pilas, las filminas están en orden. Bajo la persiana, me acuesto boca arriba y calzo el proyector debajo de la axila derecha, hago foco. El techo de mi cuarto se ilumina, amarillo. Aparece A long time ago, in a galaxy far, far away y tarareo tatata tata taaaa taratata taata

Con mi último ex novio no nos quedaron cosas por repartir, así de mezquinos fuimos. Después de la última charla le confesé que, de haber tenido un sofá en su living, tal vez las cosas hubiesen sido distintas. El abrazo mullido del sillón mientras él leía en voz alta los siete pilares de la sabiduría con mis pies grandes sobre su falda, tal vez así no nos hubiésemos sentido tan solos.

Abro el libro de caritas, le escribo a ex novio primero: el lunes te envío el proyector donde quieras, sé que lo van a disfrutar.
Un regalo de casorio atrasado, más espacio en el placard, las cosas vuelven a su lugar

Releo a la Porter:

Y allí estaba Mary. Lista para partir.
No más guerras, no más plagas, sólo el aturdido silencio que sigue al cese de los pesados cañones; las casas sin ruidos con las persianas bajas, la luz fría y muerta del mañana. Ahora habría tiempo para todo